viernes, 21 de octubre de 2011

¿Respeto? pero... ¿eso no se acabó hace años?



    (Sírvase acompañado de Isotope, del album Inner Urge de Scott Henderson. Seguimos mostrándonos inmensamente agradecidos a nuestros usuarios en cuanto a lo que posología y aplicación se refiere, evitando posibles incidentes, así como esas consabidas demandas por negligencia y daños colaterales)

    Phil se sentó en nuestra mesa, con aquel habitual gesto de apatía que en muchas ocasiones utilizaba para obsequiarnos y posiblemente cansado de escuchar aquella discusión infructuosa que manteníamos. Aguantar a toda aquella panda de adolescentes que se las daba de resabiados cuando en realidad no eran más que unos ingenuos mocosos soberbios que jugaban a ser mayores debía ser, cuanto menos, complicado.

    Mr. Martin imponía, sin duda. Su aspecto físico no era gran cosa: delgado y con aquellos andares algo desgarbados, barba lampiña, edad indefinida... sí, recordaba un poco a Shaggy, aquel personaje de Scooby Doo, pero imponía. Y ya no era su propia leyenda, ni las veces que le habíamos visto encararse a cualquiera que le viniera a calentar la cabeza o a contrariar (o que simplemente él creyera que iba a hacerlo), siquiera las veces que nos abroncaba con más o menos razón. Era aquella mirada cargada de cierto malhumor, aquellos gestos rápidos, sus movimientos nerviosos, aquellas reacciones cuando algo o alguien le contrariaba... estas eran motivos importante para la gente guardara un alto respeto hacia Mr. Phil Martin, pero para nosotros había algo muy superior: su forma de tocar y de dirigir a una banda, ¡aquello sí que era una cosa de otro mundo! Y no solo para aquella cuadrilla de jovenes con ganas de comerse el mundo, no: era así para todos los que tocábamos, sin importar edad ni condición. Phil sabía realmente lo que se llevaba entre manos, en ocasiones acompañado de gritos y de malas maneras, pero sabía hacer su trabajo mejor que nadie. Era una escuela, un punto de inflexión entre tiempos y estilos, puro be-bop en movimiento, capaz ya no solo de adaptarse a cualquier situación musical... lo suyo era acabar llevando el juego a su campo, sin tener la necesidad en la mayoría de ocasiones de decir absolutamente nada.

    -”A ver, niños... a una mujer se le debe permitir todo, absolutamente todo... excepto que te falte al respeto. Si un día lo hace no lo dudéis, daos la vuelta y ni se os ocurra volver a dirigir la palabra a esa zorra porque no se lo merece... y ahora podríais hablar de por qué ninguno ha tocado bien ni una vuelta en My Favorite Things, porque con eso sí que tenéis un problema”.

    Respeto, en su más puro concepto y no en el de los mil sinónimos que he oído y encontrado y que no se ajustan a su calificación real. Me he pasado la vida escuchando hablar del respeto y poco a poco a pasado de ser base importante a pilar inamovible en mi relación con todo el entorno... aunque ahora mismo es mucho más adecuado hablar de interacciones humanas para no acabar convirtiendo esto en un ensayo.

   El auténtico respeto debe impregnar siempre nuestros actos. Tanto da si somos amigos o enemigos, siquiera me importa especialmente la aptitud que tú tomes frente a mi. Mi propio respeto es primordial, absolutamente. Si te falto realmente al respeto me lo estoy faltando a mi mismo.

   Posiblemente tengo en mi memoria bastantes recuerdos de lo que es la falta del mismo desde el mismo día en que tomé consciencia de lo que sucedía a mi alrededor, pero no voy a entrar en esos terrenos difíciles y pantanosos, ni tampoco en todo esto quiero ni debo quitar su justo mérito al entorno en el que me muevo. La palabra respeto es una de las que más he dicho y he escuchado en el mundo de los músicos y del jazz. Cuando estamos en un escenario, incluso en esas jams donde acabas picándote con otro músico, hay todo un código de honor girando alrededor del respeto. Hablar libremente y ser escuchado, pero saber escuchar y callar cuando el otro está hablando. Fuera de las tablas la cosa no cambia mucho: puedes hablar pestes de este o del otro, pero nunca se te ocurriría decir algo incierto sobre su manera de tocar. Todos tenemos una cierta elegancia, o deberiamos tenerla. Si no eres así, empieza a plantearte serias dudas sobre hasta qué punto te respetas.

   Pero esta historia no acaba aquí. Retrotraigámonos.

   Phil se levantó sin mediar más palabra, dejándonos a todos sumidos en un profundo silencio, abstraídos en nuestros propios pensamientos individuales. Pesamientos que apostaría que no dejaban de girar en torno a una misma idea. 

   En aquellos tiempos la chica de Phil era una auténtica fuente de problemas y le tenía loco, cosa que al final pagábamos todos nosotros en cierta manera. Los desplantes y las situaciones que el pianista vivía con su entonces novia eran uno de aquellos chismes que propios y extraños comentaban con frecuencia, aunque a nadie se le habría pasado por la cabeza decir nada en su cara, por lo menos a ninguno de nosotros. No, mejor: por lo menos a nadie en su sano juicio, Phil habría callado pronto la boca de cualquiera que le hubiera ido con esas monsergas.

   Al final alguien se atrevió a decir de forma muy queda, casi murmurando, unas palabras.

   -”Pues no lo entiendo, Georgine le está siempre jodiendo...”

   Y, como cuando te llega esa sensacional e irrepetible frase en medio de tu solo, le respondí:

   -”Él no considera que le esté faltando al respeto. Tiene muy claro dónde están sus límites en relación a todo esto”.

   Porque... al final, ¿quién marca los límites del respeto, más que uno mismo? Lo realmente importante es saber dónde está el techo para saber volver al suelo.

   No sé cómo me vino aquello a la cabeza, por lo menos de forma tan rápida, menos aún siendo tan joven. Desde aquel día sé que mi consideración a la palabra cambió, sin duda, al igual que otro pájaro empezó a picotear en las raices de la misma, alimentando pensamientos y reflexiones sobre ello.

   Malditos pájaros. Siempre me han dado un cierto repelús...

2 comentarios:

  1. Interesante reflexión sobre el respeto. Cierto es que también he visto a mi alrededor demasiadas faltas del mismo. Y por eso quizás siempre he tratado de tenerlo presente... "Cuando pierdes el respeto, lo pierdes todo" como ya dijimos el otro día.
    Muy buena tu frase; a veces somos capaces de decir cosas que jamás habríamos soñado :P

    ResponderEliminar
  2. Hermanico, se me habia olvidado que tenias un blog!
    A ver si lo actualizas más a menudo!
    Un beso y nos vemos pronto en Almeria!

    ResponderEliminar